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En absoluto… vacío

En un típico mercado, un ama de casa hace la última compra del día.

Un giro de cabeza imprevisto, la casera preguntaba muy sorprendida.

–          ¿Para ratas? ¿A su perro?
–          No resisto ver a mi hijo así. El veterinario dice que tardará en morir. Me ofreció la posibilidad de una inyección pero no tengo dinero.

Puso el “campeón” en la bolsa de mercado y partió rumbo a casa.

Se detuvo en la puerta, sabía que tenía que hacerlo rápido. Era peligroso llegar hasta la cocina, puertas que abrir y cerrar con cautela, gradas, habitaciones y patios donde podía ser descubierta. Jamás su hijo perdonaría algo así. -más vale el dolor puro en un instante, que dosis periódicas.- se repetía a cada momento.

En realidad la casa era pequeña, pero su mente la hacía inmensa.
Cruzó el jardín esquivando las rosas, la sala con los tacos en la mano, siguió por el patio, subió las gradas y llego hasta la cocina. Cerró rápidamente la puerta y puso la bolsa de mercado como tope.

En la mesa reposaba un vaso, exhaló, analizaba otras posibilidades. Dudó cuando vertía agua en el vaso, luego mezcló hasta disolver. En seguida fue en busca del plato del perro. –Listo solo falta esto.- en voz baja mientras lo buscaba.

Transcurrían los segundos, en el vaso los pequeños residuos hacían círculos en la base sin disolverse. De pronto la puerta de la cocina se abrió y entro el niño. La bolsa de mercado cayó enviando cebollas a las esquinas de la cocina. Secó sus las lágrimas y levanto el vaso. Los pasos de la madre se escuchaban en la escalera. El sonido del plato de metal contra el piso, el niño giró la cabeza y con un movimiento débil de manos intentaba decirle a su madre que su perro acababa de morir. Luego un golpe seco. Oscuridad, en absoluto… vacío.

Jonatan Alzamora

Para siempre? Para siempre Ximena, para siempre

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Anoche estuvimos con Jorge González y su esposa Loreto Otero en el Irish Pub. Para mí fue la noche más increíble de mi vida. No voy a entrar en detalles cómo supimos que estaban en ese lugar. El asunto es que entramos para pedirle un autógrafo y Jorge de puro amable nos dijo si queríamos sentarnos un rato en la mesa junto a ellos. Fue así de sencillo y espontáneo. Afortunadamente nadie lo había reconocido todavía, por lo que todo estaba muy tranquilo. Nos sentamos y bueno, Jorge nos ofreció unos vasos de cerveza, y… yo le declaré que venía siguiendo su carrera desde siempre, desde sus inicios con Los Prisioneros y hasta ahora como Los Updates y me dejó regalarle incluso un disco de mi grupo (Los Temblores) y el último número de mi fanzine (Vive Rápido Muérete Joven) que en esos días del festival siempre llevaba conmigo a la espera de la oportunidad de dársela a cualquiera de Los Prisioneros de mi adolescencia.

Sin abusar de la confianza prestada, aproveché para hacerle una especie de entrevista, hablamos de su show en la noche anterior y me dijo –usando una de esas frases cliché de las que tanto abusan los artistas internacionales, pero que él le dio vuelta con harta genialidad- que le había gustado mucho la respuesta de la gente pero que al final estaba con la altura que le chocaba como antes le chocaba un tren de mercancía en los tímpanos. Nos reímos por el acento que puso en “mercancía”. Dijo además que esta ciudad era una ciudad preciosa y que estaba algo enterado sobre el caso de los chilenos que pintaron un muro inca. Le conté un poco y después le pregunté sobre sus discos de solista que son casi imposibles de encontrar y Jorge sonreía y como vio mi interés puesto especialmente sobre su disco de cumbia (sí, cumbia, o electrocumbia si quieren) se puso a hablar de su relación con la movida techno de Alemania. Nos dijo sobre grupos como Sieg Uber Die Sonne o más antiguos y conocidos como… Der Plan o Einstuerzende Neubaten y nosotros lo escuchábamos encantados y él movía las manos y nos decía: Sieg Uber Die Sonne son parte de una nueva música mundial; y también: En Alemania se está cocinando algo muy bueno para el futuro. Yo lo oía sin mover un dedo, sin creérmelo, Ximena también lo miraba, y luego nos mirábamos los dos, y luego volvíamos a Jorge y mirábamos también a Loreto que no decía nada y nos mirábamos otra vez y nos sentíamos súper orgullosos de estar junto a una verdadera estrella de rock. O al menos yo me sentía así, de estar ahí, frente a frente con Jorge González.

Ya lo dije, fue la noche más increíble de mi vida.

Ese tipo es un imbécil me dijo Ximena cuando dejamos en paz a Jorge y Loreto y fuimos a buscar nuestra propia mesa aún sabiendo que el Irish Pub es medio caro: pero claro, yo estaba muy contento y emocionado y el lugar y el costo era lo que menos importaba.

-Alemania esto Alemania lo otro, todo el rato hablando sobre Alemania. Porqué no se va a Alemania entonces.
-Ximena, no seas impertinente –le dije-, Él ES Jorge González.
-Sí, pero también es un imbécil.
Ximena, nadie capaz de hacer un disco como “Pateando Piedras” es un imbécil. Que no has oído “El Baile De Los Que Sobran”?
-No, no la conozco –dijo Ximena. Tajante.
-Ya, no te hagas, está bien que Los Prisioneros no sean de tu generación pero cómo no vas a conocer “El Baile De Los Que Sobran”!?
Rodi, te juro por Dios que no conozco esa canción!
-No jures por Dios, tampoco lo conoces.
-¿Qué quieres que haga entonces? ¿Que jure por Jorge González?

Me callé. No me gusta discutir con Ximena aunque su cara se ponga más bonita cuando está molesta. Pedí una chop y Ximena pidió lo mismo y nos quedamos sin decir nada mirando un viejo video de Billy Idol que pasaban en uno de los televisores del pub. Entonces casi sin darnos cuenta un tipo se acercó hasta nosotros y se paró junto a la mesa. Sacó un cigarrillo y su encendedor y mientras lo accionaba, el tipo se me quedó mirando directo a los ojos y apagó el fuego como soplando por las narices.

-Oye tú, ¿Tú eres quién se hace llamar Rodi Pistol no?

Lo miré bien, para tratar de reconocerlo, pero no, a ese tipo yo no lo había visto ni en un millón de años antes. Ni siquiera cuando estaba en la dimensión desconocida.

-Tú eres el que hace esa revista… cómo se llama? ¿”Vive Rápido….” y no sé qué?

No sabía si sentirme estúpido u orgulloso o qué, que a uno lo reconozcan en la calle o en cualquier sitio por publicar un fanzine es algo tan extraordinario como que te reconozcan por mantener un blog en la red. De cualquier modo, ese tipo como cualquier gordo parecía bastante buena onda y simpático y además olía a un montón de chops.

Fanzine, quise decirle, fanzine, no revista; pero creo no había forma humana de explicarle la diferencia, porque de pronto el tipo se me echa encima y me jala de la chaqueta y me da un puñetazo sobre la boca y luego otro en el estómago y me tira al suelo y me da patadas en todas partes sin que yo, de la violenta sorpresa, atinara siquiera un poquito a defenderme.

Una verdadera mierda y una absoluta desgracia.

Todas las mesas se dan vuelta para mirarnos justo en el momento en el que una chica vestida de negro aparece de alguna parte y con Ximena sobresaltada tratan de detener al tipo grande. Vienen los de seguridad del local y ellos si que lo logran, pero el tipo grande y redondo y rojo estaba fuera de órbita gritando algo sobre el fanzine, que yo había publicado no sé qué sin su autorización. Bueno, eso me lo contó Ximena luego, porque ese ratito yo no podía ver ni entender muy bien nada.

Noté a la chica de negro que estaba a su lado. No la reconocí; pero ahora supongo que alguna vez le habré visto en un concierto. Estaba con una capucha negra como con orejas de gato.

Pero volvamos a la escena, en mi defensa Ximena le dijo su vida al gordo y las azafatas del pub trataban de calmarla, pero ella no dejó ni que la tocaran. Yo estaba en el piso y el gordo se reía abrazando fuertemente a su chica gato (muerta de vergüenza creo) y entonces les pidieron que se fueran y eso es lo que hicieron.

Me sentí impotente. No podía hacer nada. Sólo quedarme en el suelo mirando como el gordo se iba arrastrando a su chica gato vestida de negro. Jorge González seguía en su mesa, Loreto Otero se había acercado y hablaba con Ximena. Billy Idol estaba terminando White Wedding en el video y los parlantes. Nada es casualidad, supongo.

Supongo también que por la tensión del momento no me dolía todavía nada. No sé porqué justo me acordé de eso que dicen en la tele, que a veces los golpes sólo te duelen cuando te ríes; intenté averiguarlo pero lo único que averigüé es no que no podía ni intentarlo; entonces todavía medio zombie me levanté y fui a lavarme al baño. Al salir ya no vi a Jorge González ni Loreto Otero y ya ni siquiera creo que nos cobraron las chops, chops que no habíamos ni probado además.

Después tomamos un taxi y llegamos a mi casa. Las heridas no eran ni muy grandes ni muy pequeñas pero cada una tenía su importancia. Yo con un labio partido y una ceja raspada estaba un poco más feo que todos los días, por lo que mientras me curaba, Ximena lloró un poco; pero después se puso muy seria y decía que todo era mi culpa por escribir tonterías y publicar todas esas tonterías en el fanzine. Le expliqué que aparte de hacer el fanzine y escribir canciones yo no sabía hacer otra cosa; le dije también que nunca pensé que alguien iba a molestarse tanto y a darle tanta importancia a un fanzine y eso, y ella volvió a ponerse a llorar y a decirme que yo era un inútil para defenderme y un imbécil por no defenderme. A decirme también que porqué no me conseguía un trabajo de verdad y dejara de joderle la vida a los demás, y, principalmente, dejara de joderme la vida yo mismo.

La señora Augusta (la empleada de mi casa) nos ofreció café con leche y mientras me lo tomaba con sorbete y con cuidado no podía sacarme al gordo de la cabeza ni su cara de mis ojos. En fin.

En fin, traté, de alguna forma, de explicarle a Ximena lo que había pasado.
-Sea lo que sea que haya visto o leído, creo que ese tipo confundió la ficción con la realidad –le dije.
-No me importa y no me interesa, me da igual –contestó ella. Otra vez, tajante.
Xim, por favor entiéndeme. Ese tipo odia lo que yo hago. Es terrible.
Ximena dejó de remover su café con leche y me apuntó con la cucharita. Movía la cabeza negativamente y me dijo:
Rodi, no seas imbécil, cállate. No estoy para bromas. Imagínate cómo me siento yo.
Xim, por favor, cálmate.
-Menos mal que no había nadie conocido en ese bar.
-¿Cómo que no había nadie conocido? ¿Eso qué tiene que ver?
-¿Me preguntas qué tiene que ver? ¿Rodi, en qué mundo vives?
Ximena, oye ¿es que no te das cuenta? Ese tipo odia lo que yo hago. Eso es mucho más importante.

Entonces Ximena comenzó a pegarme con la cucharita muy fuerte en la cabeza y después me pegaba en la espalda y la señora Augusta se reía de nosotros y nos preguntaba si queríamos más café con leche, y yo le dije que sí intentando reírme y Ximena se puso a gritar y a decir que yo me estaba volviendo loco y yo mientras la veía mover las manos pensaba si en verdad tendría que dedicarme a otra cosa o simplemente tenía que pedirle a Ximena que se casara conmigo para olvidarme de todas las cosas que hice y no hice antes de ella. Para que ella me diga sí y me jure que yo soy el único hombre sobre la Tierra que merece su virginidad y su aliento. Para que ella me diga sí y me jure su amor por los siglos de los siglos en todas las vidas que nos quedan. Pero talvez era más para que se calmara y me diga NO y yo entonces terminara, como siempre, de joderlo todo para siempre.

Es tan temprano todavía que ya parece demasiado tarde. Mañana Ximena cumple 19 años.

Rodi Pisstol. Cusco, 2008.
————Fotografía, ¿ella misma?.

Le Rot

Sentía que las frazadas le aplastaban, sabia que eran pocas, pero se sentía tan débil y cobarde de salir de ahí debajo, protegido, pero a la vez se sentía ahogado, sin aire y con el pecho que le aplastaba como cuando una extraña sombra se le aparecía en sueños, cuando era aún más joven. Luchaba con todas sus fuerzas pero sabia que perdería así que se dejaba llevar, hasta despertar, pero siempre era un falso despertar, esos de los que sigues en el sueño, renovándose el ciclo, y en todo caso el pánico se volvió “normal”, tanto como cuando estaba despierto como cuando no.

Pero hoy era diferente.

Desperté, me había quedado dormido en la mesa de una tienda, de las que abren 24 horas o 365 días, cada  4 años 364. El estaba parado, comprando agua y una botella de ron. Aún un poco confuso por su sueño o por el mío le vi saliendo y el dueño me decía que no le deje salir, pero era tarde. Salió del mostrador y me dijo que mi amigo estaba loco, dijo que se mataría, “alcánzalo muchacho”.

Salí a la puerta, pero todavía no me recuperaba. Todo era aún confuso para mi, primero traté de ubicarme pero no reconocía la calle, así que busqué la marca donde decía el nombre, y ahí estaba en la esquina, Le Rot, ¿qué diablos era Le Rot?, en estas épocas de confusión y guerra nada te puede producir extrañeza pero, ¿qué diablos era Le Rot?, ¿de dónde  salió esta bendita calle?.

Miré hacia la derecha por donde se había ido él,  me pareció verlo a lo lejos, pero en mi estado todo me “parecía”, así que decidí comprobar a la izquierda y también me pareció verlo, y es que en esta época todos nos parecemos a todos, la miseria es así, vernos reflejados en otros, los pocos que quedamos para mirarnos.

Tal vez tuvo otra vez la pesadilla y entró en pánico, esa la que me cuenta siempre. Volteé hacia el tendero y le pregunté por donde se había ido. “Seguro  al puente, todos piensan que no les dolerá”. Le miré con extrañeza por lo que había dicho, pero él supuso otra cosa y me dijo “a la izquierda, muchacho, a la izquierda”, por  lo menos me sacó de la desorientación.

Le pedí una botella una botella de ron y él me atendió con gestos que hacían notar claramente que desaprobaba lo que hacia. A todo esto le dije “él llevaba también una botella y agua, no creo que piense en matarse así de rápido”, y le sonreí, el sólo dijo “ve chico, no es momento de bromas”.

Salí a la calle no sin antes voltear, el tendero entendió y  volvía a señalarme a la izquierda. Abrí la botella confiando que a él le tomaría más tiempo con la bebida ya que la mezclaría con agua, tomé dos sorbos largos y sin hacer el menor gesto caminé más rápido en el sentido del tropiezo literal y figurativamente.

Era como si por los años él se había fundido en mí o era al revés, pero no podía dejar que muera o por lo menos no solo.

La calle Le Rot era larga y confusa, en el  hecho que las fachadas cambiaban de ampulosas y lujosas a viejas y sin gracia hasta llegar cerca del puente en  donde una lata de sardina se daría cuenta del desastre de su destino.

Y el destino de la calle era el puente Le Rot, mínimo de longitud; nada alto, lo suficiente, creo, para matarse, o sobrevivir por las múltiples infecciones -que te daría un río tan maloliente y bajo-, algo tullido, algo sin gracia.

Parado, apoyándose en la baranda, más viendo el horizonte del rio, que era una finísima línea negra, que el horizonte del cielo que en esta época se podría decir límpido aunque es gris, estaba él.

Me paré a su lado fingiendo que veía lo mismo que él.
–    ¿Qué haces?
–    Nada. – y alcanzándome  su botella siguió- ¿Tomas?
–    Tengo la mía.
–    Tuve una pesadilla.
–    Lo sé.
–    No era la misma.
–    ¿Así?- volteé a mirarlo a la cara, estaba triste.
–    Sí,…  esta vez me pudría.

Ya nadie habló, seguimos bebiendo cada uno de su botella.

dios necesita un nuevo nombre

Coloquio Letras Cusqueñas

letradelsur

Por quinto año consecutivo la revista Ángeles y Demonios de la Asociación Centro Cultural Cusco organiza el Coloquio Letras Cusqueñas… Letras del Sur los días 16, 17 y 18 del mes en curso en el auditorio de la Casa Garcilaso.

El martes 16 luego del brindis de inauguración empiezan las lecturas literarias con Wilden Portilla, Irma del Aguila, Franklin Sequeiros, Enrique Rosas Paravicino, Benjamín Camacho, Mario Walter Béjar, Fátima Caituiro Monge, Luis Castro Prieto y Arely Araoz desde las 19:00 hrs.

Mientras que el miércoles 17 la actividad empieza desde las 16:00 hrs. con la mesa redonda «Literatura y Sociedad» y las lecturas a las 19:00 hrs. con la participación de Luis Nieto Degregori, Ana Bertha Vizcarra, Juan Mescco, Miguel Angel Pimentel, Carlos Velásquez, Pavel Ugarte, Braddy Romero, Raúl Pacheco, Hugo Contreras y Gladys Conde.

El último día se realizan a las 16:00 hrs. las mesas redondas «Tendencias de la Literatura Contemporánea» y «Centro y Periferia de la Literatura», en las lecturas literarias participan Willni Dávalos, Pasos Paz, Soledad Araoz, Carolina Guillén, Lissette Vera, Juilisa Guillén, Ángel Ccolqque, Jonathan Alzamora y Miguel Ángel Fuentes.

La entrada es libre a todas las actividades.

la virginidad de la diva

I
“La Virginidad de la Diva”

Era frio, bello -escasez y belleza – pensaba. Desabotonó su casaca de jean, metió la mano en el bolsillo y con dos dedos puso un cigarrillo en su boca. El viento era excesivo en el balcón, logró encender la causa de su cáncer luego volvió al pensamiento que inconscientemente repetía -¿Qué hice antes de estar aquí? 

Parecían años, nunca buscó una salida. El paisaje era absolutamente impresionante, púrpuras, grises y marrones, la ciudad puma. Ni una paloma, ni una idea, ni una mosca habían pasado por allí, era extraño –por fin sola, siempre rodeada de malditos infelices – pensaba y su corazón se oprimía en su pecho ¿Qué hice antes de estar aquí? 

El paisaje invariable, el sol en negativo detrás de las montañas, las aves sostenidas en el aire -dios y sus tretas- pensaba mientras mordía el cigarrillo que no se consumía, era un segundo, -nada cambia – susurraba. Su corazón se oprimía en su pecho. El segundo en el cual damos a dios nicotina. Sobre su cabeza sus temores encarnados en ocho patas, sostenidos giraban sobre su conciencia. Apoyada sobre sus codos en la baranda, en esta posición vigilaba.

Jamás miró abajo, un rumor existía en las cloacas de su conciencia -¿Quién podría ser esta vez?- Era el viento que ascendía, – un viento insignificante, monótono, irreversible, desesperante, ascendía. Exhalaba, el segundo se diluía.

Luego, quiso darse la vuelta. Sus nervios encandecían, cocinaban su carne desde adentro, en su nuca. El tiempo mudo y los sonidos insignificantes, enormes, destrozaban sus oídos y tropezó. Al caer creyó haber atravesado una persona, se incorporo y miro atrás, una mujer robusta y vieja escondía una sonrisa, tenía la mirada hacia dentro de la habitación. Allí se realizaba un velorio, los deudos le parecían conocidos entonces pudo reconocer a su hija recostada sobre un féretro con los ojos desechos de llanto. Gritó, pero por suerte nadie la había visto.

Se limpio las lágrimas y fue al baño por unas aspirinas, frente al espejo observaba sus arrugas y sus labios despintados cuando oyó que su hija la llamaba – ¡ya voy nena! – se quitó los aretes – no más drogas – dijo para si misma y fue a ver a Diana.

Jonathan Alzamora